¿Pandemia, mi guinda de la torta?

En mi experiencia como profesional dentro de este período de pandemia, si bien en mucha de las problemáticas que he atendido ha sido un detonante la contingencia actual para asistir a terapia, me atrevería a decir que en la mayoría de los casos; por no decir todos, han surgido aspectos muy significativos o primordiales en la vida de cada paciente que no tienen una relación directa con el contexto. Por lo que, este fenómeno podríamos verlo, como dicen algunos dichos popularmente conocidos: “la gota que rebalsó el vaso” o “la guinda de la torta” que le brinda la oportunidad de empezar hacer consciente lo que tiene escondido en su viejo baúl.

Si bien, de ningún modo se puede desmentir las dificultades que provienen del exterior, el cómo lidiamos con ellas, no es responsabilidad del mismo. Como diría el Psicoanalista Sigmund Freud: “Lo nuevo siempre despertó perplejidad y resistencia”, es decir, todo cambio, ya sea a nivel externo o interno, nos someterá al hecho de enfrentar aquél desafío o negarlo una y otra vez; hasta que nos explote de la peor manera, o tal vez, optaremos por reprimir las emociones que me implican esta nueva realidad o información que acontece mi vida y seguir interactuando con mi medio ambiente de una forma aparentemente “normal”. No obstante, en el siguiente evento, donde los acontecimientos nuevos le superen, tendrá que volver a preguntarse si esta vez lo abordará o no.

Desde mi profesión, siempre le incitaré que esta vez, sí lo haga, ya que como bien lo explica el Médico Psiquiatra y Psicólogo Carl Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. Desde la mirada donde comprendo que venir a terapia y/o darle un espacio al autoconocimiento no se limita a la definición de una “persona enferma” o “de alguien que padece tal o cual cosa”, mi forma de observarlo, es el de una persona con la suficiente valentía para reconocer que necesita ayuda. Y de esto último, nadie se desprende, todos en algún momento de la vida debiéramos reconocer que precisamos apoyo, no con el propósito de que un otro nos resuelva todo, si no como dice el dicho “hoy por ti, mañana por mí”, el cual se debiera comprender desde la circularidad en la interacción humana, más que como un favor que debe ser devuelto. Y si no tiene la opción de acudir a un profesional, puede recurrir a sus propias herramientas…vuelque lo que siente en un dibujo, pintura o escrito sin límites, es decir, por ejemplo, si tiene rabia o pena desahóguela sin juicios éticos.  

Por lo demás, someterse en este proceso de introspección le brinda la opción de relacionar cuál es su participación en el ambiente, para dejar de observarse como un ente ajeno del mundo donde vive o la casa mayor que habita (plante tierra). Entendiendo sus fortalezas y debilidades como un plus incidente en lo exterior. Es más, actualmente, el mismo entorno pareciera estar diciéndonos que cambiemos el locus externo por uno interno; donde comprendamos aspectos esenciales de nuestro sí mismo para coexistir de una manera más sostenible en el tiempo.

Finalmente, me parece oportuno destacar, que en términos generales la sensación de no poder dominar el ambiente, ya que por más resguardos que se tomen nos exponemos igual al riesgo del contagio, a la arbitrariedad de cómo reaccionarán nuestras defensas (biológicamente hablando) y al temor de poner en riesgo a un ser querido u otra persona desconocida. Y esto nos produce; más allá de la conciencia con que lo aborde cada uno, una sensación de absoluta pérdida de control. Sin embargo, nos olvidamos que nunca hemos tenido ese nivel de control sobre nuestra superficie, incluso de nuestro interior; a nivel psíquico hay misterios que no terminan de descubrirse. Por consiguiente, este virus, en su justa medida, nos viene a recordar esto, el hecho de que la vida en sí misma tiene aspectos que escapan de nuestro rango de poder y que aprender a lidiar con la ambigüedad es un posible gran desafío, que no resolveremos hoy ni mañana, porque no es un problema, es más bien una parte de la existencia con la cual tenemos que aprender a conciliar.

PSIC. FABIOLA GUILLIER

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