Preocupa la situación mundial dada la rápida e intempestiva diseminación de un virus respiratorio extremadamente contagioso y de mayor mortalidad que otros patógenos similares. El SARS Cov 2 (el virus que causa el COVID 19, para no estresarlos de más) ha hecho un poco más que convulsionar a un mundo ya alborotado durante éste joven 2020, otrora lleno de pleitos políticos por lo que se hizo y lo que no, protestas masivas de ciudadanos indignados en todo el mundo, más algunas pataletas dignas de un niño de 4 años castigado sin juguetes. Desde que se declaró la pandemia, la mayoría de los conflictos de esa y otras índoles se puso en animación suspendida para abordar el tema del momento: Pasar Marzo, luego Abril, Mayo, etc. (no mencionemos Agosto, muy manoseado ya está) debido a que ni los miembros aparentemente sanos de la sociedad están a salvo de una muerte prematura a causa de una neumonía que progresa rápidamente a sepsis, distrés respiratorio y falla multiorgánica. Los sobrevivientes a tal trance abandonan el hospital entre aplausos.
Así es. La pandemia por COVID 19 es el tema en boca de todos: cultos y legos, niños y abuelos, sanos y averiados. La televisión (más la nacional que el cable, gracias a Dios), la radio, el diario, el Whatsapp, Instagram y Facebook nos recuerdan incesantemente que el virus está afuera y que cuando menos te lo esperes… ¡pinta! Tú la llevas (junto a otros 10 o 20 más, y no te lo sacas diciendo pinta después).
Miremos en cambio al virus de Influenza AH1N1, la infame gripe porcina, que en cuanto a impacto mundial ahora es poco más que una nota al margen en las efemérides junto a calamidades mayores pero ya pretéritas como la gripe española del 1918 (otra AH1N1 que se estima mató entre 20-40 millones, grandes y chicos), el debut del SIDA (otro gran cataclismo viral, mejor manejado hoy pero aún peligroso y tormentoso para quien lo padece), el cuasi brote mundial del Ébola (ni siquiera imaginemos qué pasaría si ocupase el lugar del COVID 19) y otro azote todavía más antiguo: La Peste Negra, que asoló la Europa de la Antigüedad y el Medioevo (ahora plenamente aislada, identificada, secuenciada y muerta al detectarla, con los antibióticos correctos eso sí). La humanidad ha combatido -con éxito variable, cabe mencionar- muchos agentes infecciosos de todos los tipos conocidos a través de los años, contienda que promete jamás terminar. Mientras haya patógenos, habrá enfermedad (y si no hay patógenos, todavía hay Hipertensión, infartos, cáncer, Alzheimer, pero ya me salgo del tema). En otras palabras, el drama cotidiano causado por la pandemia de COVID 19 no es más que una repetición (con sus sutilezas, claro está) de uno más antiguo y, por tanto, atemporal: el vislumbrar la fragilidad de la vida humana mientras se convive con un patógeno altamente contagioso y potencialmente peligroso.
Las autoridades sanitarias ordenan que te laves las manos, 1 metro de distancia con posibles contagiados (traducción: todo el mundo), V de victoria-chocar codos-Namaste-saludo Vulcano en vez de besos y abrazos, quédate en casa hasta que pase el peligro (¿cuándo será eso?). Si eres profesional de la salud (como quien escribe estas líneas) o debes trabajar presencial, redobla esas medidas y agrega una mascarilla –ojalá clínica- para salir al mundo. Y te la pones, so pena de presidio calificado o una (muy) dolorosa multa por poner en peligro al resto de tus compatriotas. El tema es serio, por muy caricaturesco que se los presente: no es por ti, sino que por los demás (mentira, sí es por ti, pero más por los otros; solidaridad, por favor).
Ahora, si cursas con tos seca, dolor de garganta, cefaleas, fiebre de por lo menos 37,8°C y dificultad respiratoria (disnea), contacta a un médico o un centro de salud (“hazte ver” en shileno) para recibir evaluación por posible contagio de coronavirus. De ser positivo, según contexto particular del paciente, se te ordenará guardar reposo en casa (la llamada “cuarentena”, sólo que no es de 40 días, sino que 14, potencialmente 28) o se te ingresará para manejo en UCI; sólo un porcentaje de los infectados requerirá UCI, pero mientras más contagiados, más grande puede ser la magnitud de ese porcentaje (ojo, si das negativo, también harás reposo, no querrás tener algún otro virus más EL virus).
Es en este punto que quiero abordar el tema que me motiva a redactar este extenso preámbulo: Desde que se declaró la pandemia en Chile, las atribuladas mentes de mis pacientes (y de tantos otros que no lo son) agregaron un nuevo y gran estresor con el cual lidiar: el posible contagio con COVID 19 y las medidas preventivas adoptadas para contener el virus mientras pasa la tormenta. Muchos de ellos consultan no sólo por los cuadros psiquiátricos que los afligen, sino que por los efectos colaterales de guardar reposo obligado en casa, sea en solitario, con/sin la pareja, los niños, la suegra, las mascotas, etc. Para muchos, reposar en casa ha sido más un contratiempo que un beneficio (hay algunos agradecidos, pero son la excepción). Ni hablar de los casos en que necesitan salir o –Dios no quiera- viajar, para comprar insumos (comida, los fármacos que les indico, para ellos o familiares ancianos), recibir atención médica (de cualquier especialidad) o trabajar para pagar esas necesidades tan vitales. Sin citar ejemplos, he visto muchos casos donde el motivo de consulta es el temor al contagio o los colaterales de vivir con ese temor flotando en sus vidas; no olvidemos que la pega, la escuela y otros avatares de la vida no toman vacaciones ni desaparecen por pandemia alguna.
En mi labor como prestador de salud mental, creo que es justo -y muy necesario- proveer orientación, consejo y (deseablemente) alivio para sobrellevar esta dura prueba de vida para la humanidad. Aquellos que lean estas líneas por favor recuerden y sigan con cuidado lo que listaré a continuación. Aprovecho de mencionar que esto no pretende ser un recetario o manual de supervivencia para la pandemia, pero creo ser capaz de condensar y atender las inquietudes que he visto con mayor frecuencia en mi práctica desde que empezó a instituirse la cuarentena. En el fondo, esto será un ejercicio de extrapolación de consejos para abarcar la mayor parte posible de potenciales beneficiados cuando tengan acceso a mi artículo.
En primer lugar, es fundamental obedecer las reglas impuestas por MINSAL y publicadas en la página www.gob.cl/coronavirus Léanlas. Los espero. Seguir las medidas preventivas, familiarizarse con la clínica sospechosa de COVID 19 (especialmente la dificultad respiratoria), saber quién está más expuesto a complicaciones, cuándo usar mascarilla, etc. En estos tiempos tan duros, lo más importante es saber lo que realmente ayudará para mantenerse a salvo. Y seré muy severo en ese aspecto: sólo vale lo que digan el MINSAL (y la página gob.cl), la OMS (y la PAHO, por extensión), la página Uptodate, la CDC u otra página de salud afín. Nada más. No sirve lo que dijo cierto ginecólogo en forma independiente, ni lo que recomiendan en cadenas compartidas por Whatsapp, Facebook, Taringa, señales de humo o red social alguna. Tampoco lo que recomendó el portero de la esquina, lo que hace su abuela para los resfríos (pero con respeto), lo que digan en “diarios de salud” (no diré nombres, pero los venden en el kiosco) ni escuchar los consejos de youtubers, influencers, actores de cine (también son influencers, ojo) ni pastores de fé alguna. Lo siento, pero necesitan información útil, y ellos sólo especulan, en el mejor de los casos; lamentablemente, no es mi deber -ni tampoco el suyo- averiguar quién se equivoca en medio del coro incesante de opiniones, consejos y órdenes que todo el mundo siente la necesidad de proferir… o ladrar.
Antes de continuar, también recuerden que, si bien es obligatorio saber para protegerse, no es necesario saberlo todo. Sólo lo esencial. No se agobie averiguando también qué remedios permiten combatir la infección (no se los venderán, lo digo desde ya), las complicaciones que puede causar el COVID 19, que si infecta también a perros, gatos o murciélagos, etc. Eso no solamente es poco útil saberlo, sino que lo agobiará mucho más. De poco sirve conocer variables que Ud. no puede controlar; mucho, en cambio, se puede lograr con las otras que sí puede manipular.
Segundo, para subsistir exitosamente durante el encierro –sea parcial o total, obligado o autoimpuesto- importa mantener cierta disciplina. Resistan la tentación de quedarse en cama todo el día (o hacer “pijama party”, me imagino que saben qué significa). No. Levántense, tomen una ducha, se afeitan, lavan los dientes, etc. Y se lanzan a vivir la vida aunque sea entre cuatro paredes o caminando unas pocas cuadras alrededor de la casa. Si tienen trabajo, trabajen (teletrabajo o no). Si tienen estudios que sacar, estudien (teleclases o no). Si no tienen nada de eso, prueben leer, hacer ejercicio (aquí sí pueden recurrir a Youtube: desde Yoga hasta hacer CrossFit en casa), aprender a cocinar (Youtube otra vez), escribir, cuidar las plantas, pasear al perro, etc. Los que tengan familia cerca, sepan que éste es el mejor momento para compartir o reconectarse. En vez de mirar la TV (que les recuerdo está llena de noticias, lamentos y especulaciones sobre el COVID 19), prueben sacar un juego de mesa, naipes o algo similar. En vez de preocuparse, ocúpese. Canalice esa energía interna en algo con sentido y utilidad (o al menos, evite quedarse quieto por todo el día).
Quisiera explicar por qué es tan importante mantenerse ocupado: La mayoría de mis pacientes me cuenta que les agobia especialmente verse encerrados en su casa sin nada que hacer, mirando el techo y pensando en ésta situación tan incómoda, incierta y poco estimulante. Probablemente piense Ud. la vida es terrible y triste en éstas circunstancias tan rigurosas, pero imagínese por un instante cómo la pasa alguien que sufre ansiedad (Trastorno de Pánico o Ansiedad Generalizada, por ejemplo), depresión (aunque sea leve) o tipo alguno de enfermedad de características psicóticas. Después imagínelo sin trabajo, familia, amigos o dinero. Muchos me cuentan que les aterra estar solos con sus pensamientos: en su mayoría negativos, a veces bizarros, siempre desesperantes. Muchos temen perder la razón o la esperanza porque no ven sentido al estar vivo en tales circunstancias. Al aconsejarles que se mantengan trabajando, estudiando, haciendo ejercicio y en general llevando una vida lo más normal posible, busco ayudarles a mantener un norte durante la cuarentena, a no perder las ganas de vivir (o por lo menos, no perder la perspectiva) y, sumamente importante también, a evitar quedarse solos con sus pensamientos bizarros, de ruina, o terror al porvenir. Si Ud. es sano, tiene familia y facilidades para trabajar desde el hogar, disfrútelo y valórelo. El bienestar es precioso, más aún si el futuro impresiona incierto y sobrecogedor.
Y ya que hablo del futuro, quiero alcanzar el tercer punto: un cierto psicólogo que me apoyó en una época oscura de mi vida fue enfático y persistente en recordarme que una característica importante del hombre adulto es desarrollar “Tolerancia a la Incertidumbre”. Así es. Lo que les digo suena esotérico, tal vez descabellado. Sin embargo, la vida sigue. Mantener la perspectiva ayuda para sacar adelante nuestros proyectos de vida, pero seguir trabajando, estudiando, entrenando, o cualquier acción similar es lo único que realmente los hace avanzar. Pensar que la pandemia es la muerte para ese proyecto que pensaba sacar adelante (Ej: su vida) o para su programa de ejercicios 2020, es un error. Miremos atrás, a los tiempos de la Peste Negra: a pesar de la terrible plaga que asoló Europa, el hombre halló una forma de mantener una escala de normalidad mientras buscaba la forma de detener la enfermedad. Y, aunque costó (y la solución definitiva recién apareció en el siglo XX), se logró salir airoso de esa dura prueba. También sucedió con la gripe española, la porcina, el VIH/SIDA y el Ébola. Obviamente estamos lejos de estabilizar la situación con la pandemia de COVID 19, pero podemos (y algunos debemos) seguir haciendo nuestras cosas cotidianas con la mayor normalidad que permitan nuestras opciones y facultades.
Eso sí, quiero resaltar que no los estoy obligando a superar sus límites. No, señor. Varios de mis pacientes hacen un esfuerzo titánico para tan siquiera llegar al día siguiente sin pensar en sus desgracias o, peor aún, en terminar con sus problemas permanentemente (ya saben qué quiero decir). Una paciente me dijo que sentía que daba un paso adelante y retrocedía 10. Si Ud. se siente igual, no se fustigue por ir lento o sentir que no va a ningún lado. Al contrario, insista (ella lo hizo). Pida ayuda si hace falta, pero persevere. Si quiere escalar una montaña, pero le falta condición y no sabe si la montaña seguirá allí el día de mañana, intente subir un poco más cada día, como si la montaña siguiese allí por siempre. Si un día desaparece, busque otra (tal vez le cueste, pero quien busca encuentra). A los pacientes que tienen problemas para progresar les pido pasos cortos pero firmes. Continuar con los proyectos, mantenerse adherente a la terapia, atreverse a vivir a pesar de que el porvenir se vea nebuloso. Eso es la Tolerancia a la Incertidumbre.
Tal vez haya omitido algún punto valioso o consejo importante al listar solamente 3, pero quise condensar los más importantes y retocarlos para que les sirvan de base, referencia o punto de apoyo en estos tiempos tan rigurosos.
La pandemia por COVID 19 promete –y cumple- ser un desafío para todo el mundo. Pero podemos salir adelante, podemos vivir bien o mejor que lo que estamos ahora. La gente necesita creer eso, así que les hará bien saber que sí se puede, aunque eso requiera ajustes, cambios e incluso sacrificios. Necesitamos altura de miras para mantener el rumbo mientras cunde el pánico. Necesitamos el conocimiento correcto al cual poder recurrir cuando reinan las dudas. Necesitamos creer que se puede vivir bien para llevar una vida satisfactoria incluso en estos tiempos tan rigurosos.
DR. RODRIGO ABARCA SEPÚLVEDA
“Tolerancia a la incertidumbre” quizás sea la incertidumbre lo que aumenta mis ansias mas que los mismos constantes cambios en mi trabajo, no estoy negando que en estas condiciones mis ansias han aumentado y no he podido controlarlas, o quizás el uso de mascarilla por mas de 8 horas continuas debido a mi trabajo en salud me está haciendo ser menos tolerante, a pensar menos en mis reacciones, o quizás a desesperarme mas y atribuirle mis ansias y comportamiento a los cambios contantes.
Muchas gracias Dr. es posible que cuando vuelva al trabajo, paso a paso pueda lograr controlar esto, porque es mi deber, y porque yo así lo elegí al dedicarme al rubro de la salud (aunque siendo sincera nunca pensé que me tocaría vivir una pandemia como esta :/)
Estimada Daniela:
Quisiera empezar agradeciendo comentar tu experiencia por éste canal. Me parece de suma importancia que la gente exprese su parecer, opiniones, sugerencias e inquietudes respecto a los artículos publicados por éste canal.
En cuanto a lo que comentas, la incertidumbre siempre ha sido intimidante para el ser humano. En general, la gente aspira a la tranquilidad y a que sus problemas sean pasajeros. En otras palabras, que los imprevistos sean los de siempre, que pasen pronto y volver rápidamente a la programación habitual. Porque lo predecible es abordable, cómodo y a la postre tranquilizador.
En cambio, cuando el peligro no sigue los patrones que se deducen de él, la tranquilidad tiende a zozobrar porque de inmediato la persona empieza a hacerse preguntas: “¿Qué sucede?”, “¿Qué es esto?”, “¿Qué hacemos?”, “¿Qué será de mi/nosotros?”, etc. Y cuando la respuesta los elude o es insuficiente, parece lógico que aumente el temor y que, eventualmente, cunda el pánico. Afortunadamente, primero se echa mano de las contramedidas, herramientas e ideas conocidas para soportar la situación mientras se atiende el origen del problema y se busca una causa, un patrón y –más importante- una solución. Sin embargo, eso toma tiempo y su implementación es gradual, de modo que la persona está obligada a refugiarse y esperar pacientemente a que el peligro pase.
El tener que mantenerse expectante y alerta a una amenaza por un tiempo prolongado no sólo desgasta rápidamente al cuerpo humano (recordar que se moviliza hormonas del estrés, se acelera el corazón, los músculos se tensan, etc.), sino que también a la mente porque mantenerse pendiente del peligro gasta mucha energía en muchos sentidos, además de –lo que no es tan obvio- hacer que la persona reconfigure sus acciones, metas, prioridades, etc. Eso genera frustración, molestia y hasta puede desmoralizar al individuo.
Es por éstas razones que resulta importante desarrollar cierta “tolerancia a la incertidumbre”. En el fondo, reconciliarse con la idea de que “no nos las sabemos todas”: que no podemos predecir todos los acontecimientos, que no tenemos las respuestas a ciertas preguntas (incluso las cruciales) y que, más importante aún, que a veces no sabemos para dónde nos lleva el rumbo que seguimos. Es algo que se explica en otras palabras en el brevísimo pero valioso libro “¿Quién se ha llevado mi queso?” (estoy tentado a decir las palabras, pero prefiero que los interesados lean el libro para ver el proceso por el cual se llega a esa conclusión).
Cuando se flexibiliza el concepto de que lo incierto es intimidante, se descubre que se puede vivir más tranquilamente en situaciones de poca claridad y donde abundan preguntas en vez de respuestas. Y eso significa desembarazarse de un estresor gigantesco para la psique: el creer –y sentir- que uno debe tenerlo todo controlado y pauteado. Muchos pacientes míos tienen en parte o totalidad un tema con agobiarse al escapárseles de sus predicciones los desafíos y las tareas cotidianas. Quisiera aprovechar ésta respuesta para decirte –y a esos pacientes- que a veces está bien no tenerlo todo regulado o controlado. Saber qué hacer no significa necesariamente una solución perfecta, basta con una aceptable y practicable; adaptarse a los cambios de paradigma (los paradigmas son buenos y explican muchas cosas, pero no están escritos en piedra y son, por tanto, modificables) y permitirse no saber algunas respuestas está bien. Tolerar mejor las situaciones inciertas alivia mucho el temor y a la larga resulta liberador.
Saludos
Dr. Rodrigo Abarca S.
Lo más terrible es esta incertidumbre del mañana,el dar pasos firme sin caer , el perder esa seguridad que sentíamos tener en culparme si cometo un error .
Hemos perdido afecto físico, abrazarnos con cariño, ahora se demuestra con lejanía atraves de una pantalla , es la incertidumbre si esto pasara o nuestros afectos serán aún más tecnológicos.
Violeta:
La verdad es que mucha gente se siente muy agobiada y hasta abandonada ahora que estamos obligados al encierro para eludir al virus. El (gran) inconveniente de tener –y sentir- la distancia física con nuestros seres queridos es un tema de por sí. Muchos de mis pacientes están dolidos por no poder ver, hablar ni cuidar – o en otros casos, tener el apoyo- de sus padres, hijos, novias, amigos, etc. El que además nos sintamos a tientas en cuanto a lo que debemos o nos conviene hacer para salir airosos de la pandemia ayuda poco a la situación.
Por eso, tal vez lo mejor es mantener “altura de miras” para decidir mejor qué nos conviene hacer. Mantenerse informados y observantes de la situación es fundamental. Para eso no hace falta ver los noticieros de la TV nacional, eso sí. Recuerden que hay diarios y noticieros online, junto con las referencias que mencioné en la columna (ojo, nada de bloggers, youtubers o influencers). En el fondo saber cómo protegerse del virus, estarse atento a cómo moverse afuera y tomar las providencias en esa dirección ayudarán a mantener cierto orden y quitarán algo de estrés de sus vidas.
También conviene planificar para el futuro (no demasiado lejano, para el mes puede ser), recordar mantenerse activo y ocupado sea en el trabajo o en los estudios, entrenamiento, jardín, etc. No olviden que también pueden equivocarse en algún punto de sus acciones y que eso no constituye el fin del mundo. El error es aprendizaje, y aprender de los errores también parte de la “tolerancia a la incertidumbre”.
En cuanto a la lejanía física de nuestros seres queridos, debemos reconciliarnos con el hecho de que no habrá, por el momento, una solución perfecta. La distancia duele, pero por el momento debemos enfocarnos en valorar – y usar, obvio- los canales que todavía tenemos a nuestra disposición para mantener el contacto. No menosprecien la importancia de hablar por teléfono, Whatsapp o Instagram (con mesura, por favor) con sus cercanos. Los afortunados que puedan recurrir a Skype o similares, también aprovéchenlo. Es obvio que será mejor verse cara a cara, eso tiene ventajas incomparables, pero a falta de eso, hay alternativas. No se lamenten porque no es lo óptimo, mejor alégrense por tener medios para aliviar la lejanía con sus familiares.
Excelent!! Muy descriptivo de todos estados, emociones y conjeturas, por las que estamos navegando, ademas con un propuesta reflexiva y muy valiosa, optimista…gracias
Para eso estamos. No olviden leer y comentar los otros artículos también. Sus opniones son muy importantes.
Solo dar las gracias doc, por ayudarme a salir de esto por lo que estoy pasando, se que no es fácil, es como vivir en la oscuridad, sin ninguna salida, se me han juntado varías cosas, mucho temor, sobre todo al trabajo, temor a mi soledad, temor a la gente, nunca pensé pasar por esto y menos pedir ayuda a un especialista en esta materia, le prometo a ud, a mi hijo y sobre todo a mi misma salir adelante de a poco, se que al final del túnel habrá una puerta grande y amplia que me espera ver de nuevo el sol que brillara. Dios ayúdame
Gracias mil gracias doc.
Sra. Amanda:
Me alegra sinceramente que mi apoyo le sea de utilidad.
Es importante recordar que si uno siente que necesita ayuda, lo mejor que puede hacer es pedirla. No sientan vergüenza de hacerlo. Sentirse superado por los problemas y necesitado del apoyo de alguien más no es -ni será- signo de debilidad o cobardía (y quien piense así, hágase ver, por favor, que vive fuera de su época). Aceptamos ayuda con más frecuencia de lo que admitimos en la vida diaria, de modo que no se sientan mal o culpables por hacerlo cuando sienten estar acorralados o que no se la pueden por su propio esfuerzo.
Saludos, y por favor siga así.
Me sumo al agradecimiento y la ayuda que me está entregando el doctor. Se que vienen tiempos complejos en mi vida y nunca pensé tener que pedir ayuda para poder sobrellevarlo, cada palabra de apoyo y de claridad que usted me brinda me ayuda muchísimo, para valorar y apreciarme como persona. Poco a poco voy a salir adelante, manejando toda la ansiedad que me produce el entender que no todas las situaciones puedo resolverlas y controlarlas yo.
Infinitas gracias por la ayuda
Muchas gracias doctor por palabras tan aliviadoras de verdad, me han servido de gran ayuda en estos tiempos de pandemia y claro esta intentando todas sus recomendaciones para no estar tan agobiada con tantos problemas y cosas negativas, MUCHAS GRACIAS.
Buenos días!!
Primero dar las gracias por el articulo, lo encontré genial, me pasaron muchas cosas mientras leía, en algunas sonreí por el vocabulario ameno que empleo, en otras se llenaron mis ojos con lagrimas, es que así me siento en una turbulencias de emociones, a veces con miedos y angustia al no saber que pasara mañana, a veces muy desanimada porque siento que avanzo y en otras retrocedo tanto, se que debo ser firme y seguir a pesar de que no todos los días son gratos y agradecer porque en esta pandemia he podido estar con mis hijos, jugar cartas, bachillerato, cantar, reírnos, llorar juntos.
Yo no he sentido miedo del Covid 19, si mucho respeto, porque siento que nuestras vidas no volverán a ser lo mismo, mientras no se encuentre una vacuna, estamos aprendiendo a ser responsables en nuestro actuar, a ser mas conscientes y valorar lo que tenemos a nuestro alrededor.
Cosas tan simples, como un llamado, un hola. un como estas…?? a otros pueden alegrar infinitamente, ahora hasta poder tomar un poquito de sol es grandioso.
Gracias por estar !!